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“En 2013 emprendí un viaje de transformación que me llevó a explorar mis paisajes internos a través de la Creatividad y el Acto Simbólico. Ahora inspiro y acompaño a otras personas a que comiencen el suyo”
“El primer Acto Simbólico lo realicé en el puente de Brooklyn como un símbolo de unión entre mi polaridad masculina y femenina. Allí, al amanecer, caminé sobre la tela roja y frente a sus puertas cubrí mi cuerpo con ella en un acto de asunción de mi herida y de mi capacidad de transformarla creativamente”
Amanecer. 6 am. 518 m de puente sobre las aguas del río Hudson. 0 °C. Unión. Brooklyn & Manhattan. La puerta. El inicio hacia lo infinito.
Imágenes © Leyre López de la Paz
El Símbolo
Antes de viajar a Nueva York encargué a un joyero un infinito de oro; con él quería simbolizar mi anhelo de experimentar un punto de equilibrio entre mis polaridades internas. El infinito se convirtió en el símbolo de mi intención y en mi guía de viaje.
En el puente de Brooklyn le ofrecí a mi inconsciente una metáfora: nombrar la puerta derecha como mi masculino y la izquierda como mi femenino.
El acto simbólico consistió en unir las dos puertas dibujando con mis pasos un infinito entre ellas. En la imagen, un triángulo descendente dibujaba un gran corazón entre las dos. El viaje apuntaba un destino claro, para llegar ahí aún quedaba camino…
Lo Invisible
Todo comienza con una puerta. Abrir una puerta y atravesarla implica la decisión consciente de querer traspasar un umbral. Cruzar las puertas en el puente de Brooklyn se convirtió el símbolo del compromiso con mi viaje.
Grabar este acto simbólico fue la manera de empezar a documentar la fuerza creativa de lo invisible. La tela roja era el trazo visible de esas decisiones que, cuando se toman, tienen la capacidad de crear nuevos escenarios a través de personas, lugares, oportunidades, que en mi caso me guiaron hasta el próximo destino de mi viaje: Egipto.
Símbolo: simbŏlum, de la raíz sin, que quiere decir ‘con’, ‘junto’ o ‘unido’, y de ballein, que quiere decir ‘lanzar’. Aquello que se lanza para unir.
Egipto
“Mi segundo acto simbólico lo realicé en Giza; allí ascendí la pirámide de Kefrén como si fuera una escalera hacia el cielo, hacia lo Divino, hacia el masculino, hacia el padre, y sobre ella tracé una línea roja abriendo una brecha tras de mí”
El Anhelo
Subí la pirámide decidida, sabía que no tardarían mucho en llamarme la atención. Cuando iba por la mitad, escuché los gritos de la policía pidiéndome que bajara. No miré hacia abajo, grité: “He venido desde muy lejos para hacer esto”. Sabía que querían dinero, cuando supe que tenía la imagen bajé. Me hicieron borrar un par de fotos y me dejaron ir.
A través de este acto simbólico se abría un escenario conocido. Desde mi consciente, iba hacia el Padre, hacia el masculino, hacia el hombre, ascendía la pirámide con un anhelo profundo de conexión y desde la herida de mi inconsciente me acercaba traspasando el límite, esperando el conflicto, recreando una revolución.
Mi próximo destino me acercaría a la causa de esta disociación.
“Al día siguiente volví y caminé a los pies de las pirámides, sabiéndome pequeña del Misterio que me rodeaba. En un ejercicio creativo, guiado por la lógica de mi inconsciente, uní simbólicamente las pirámides de Kefrén y Micerinos: el arquetipo del padre y el hijo. En Egipto se plantó una semilla: El Misterio no se ha de comprender, se ha de respetar, si se quiere"
Y el Viaje continuó…
Me llevaría un año llegar hasta mi próximo destino. India. La tela se convirtió en el hilo conductor de mi viaje interno y en un espacio simbólico de descanso para mí identidad. Ahora yo la seguía, confiando plenamente en su tiempos de Creación, dibujando con ella una línea roja, una memoria en el espacio y el tiempo.
“Después de Egipto mi viaje, por primera vez se nombró a sí mismo: “2000 años de Este a Oeste”. India se convirtió en la manera simbólica de dibujar un infinito en el mapa y unir dos continentes, dos polaridades, dos direcciones. América (el Oeste, la mente) y Asia (el Este, el corazón). Algo dentro de mí se hacía Grande.
India
“Los 2000 años eran un guiño al tiempo; ¿cuánto tiempo toma llevar el corazón a la mente, reunir el Este y el Oeste?”
El Descenso.
Durante los próximos 5 años el viaje se posó, sus ecos pedían que contara la historia, todavía no sabía cómo, había mucho que contar. Todas las sincronías que habían guiado el viaje, las personas que encontré en el camino, las comprensiones internas que fui teniendo, mis reflexiones sobre la creatividad, sobre lo simbólico, sobre lo arquetípico… No acababa de encontrar el formato. Una exposición se me quedaba corta, un libro limitado porque intuía que había más. Así que no conté nada y el viaje se me quedó dentro. Y cuando algo así se te queda dentro, antes o después explota.
El 2020 bajé a las profundidades y descendí en un viaje terapéutico a mi inconsciente acompañada, por primera vez, por un hombre. El origen de la herida que sutilmente se había ido abriendo en mi viaje aterrizó en mi cuerpo. Una nueva capa de profundidad se abrió en mí.
En el camino de ascenso decidí que era momento de mostrar mi proyecto y entendí que diseñar viajes para otras personas era la forma más útil de compartir mi historia. Así nacieron los acompañamientos de “ El Viaje”.
Creando los acompañamientos de “El Viaje” mis polaridades internas se miraron a los ojos por primera vez de una forma que no conocía. La parte más íntima de mi creatividad, mi parte más sensible, mi femenino, que sabiamente se había ocultado, podía ahora mostrarse confiada y sostenida por la fuerza y la dirección de mi masculino. Algo se encajó dentro, se ordenó y por fin descansó.
Nueva york, Egipto, India… El hilo rojo había tejido pacientemente su camino. Nunca imaginé en el puente de Brooklyn que comprar esta tela, viajar con ella y contar mi historia sería el antídoto para liberar un bloqueo interno que había durado 2000 años.
Este viaje comenzó con un infinito y con un final: el de una relación. Justo 8 años después, mi expareja que, había sido el leitmotiv de mi viaje, tocó inesperadamente la puerta de mi casa en Ibiza tras un largo viaje en barco por el mundo. Le conté la historia de mi viaje y lo celebramos bailando juntos con la tela roja. Ese fue el símbolo más precioso que podía imaginar para cerrar esta etapa del viaje. Las dos polaridades se reunían 8 años después para reconocerse y darse las gracias por el valor de lo vivido.